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El hallazgo en Teuchitlán y la banalidad de la tragedia

Autoridades optan por banalizar la tragedia como consecuencia de la ingobernabilidad

El hallazgo de cientos de prendas y huesos calcinados en el rancho Izaguirre de Teuchitlán, de parte del colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco, se ha comparado con los campos de exterminio nazis, debido al impacto relacionado al suceso en sí; pero también representa un hito de la banalidad de la ingobernabilidad, similar a la banalidad del mal representativa del nazismo.

La filósofa e historiadora Hannah Arendt construyó el concepto de “banalidad del mal” basada en la actitud y respuestas desalmadas del ex teniente coronel nazi Adolf Eichmann, uno de los participantes en el genocidio de la Segunda Guerra Mundial, durante su juicio en 1961.

El ex teniente coronel jamás se mostró como un villano porque expresó que no tenía motivos personales para sus acciones, ya que solo cumplía órdenes. No tuvo conciencia de la gravedad de lo que hacía, es decir, su nivel de banalización de la maldad llegó al nivel de normalizar, como un trabajo de oficina, el enviar a miles de personas a sitios de exterminio. 

Arendt también apreció en Eichmann una gran dignidad. Previo a su ejecución bebió una botella de vino tinto, pidió que le aflojaran las cuerdas de sus piernas y muñecas, y cuando le ofrecieron una caperuza y la rechazó diciendo “yo no necesito eso”. Sus últimas palabras fueron “Dentro de muy poco, caballeros, volveremos a encontrarnos. Tal es el destino de todos los hombres”. 

En comparativa, las reacciones gubernamentales sobre el escalofriante hallazgo en rancho de Teuchitlán, son más afines a una banalización de la tragedia con el fin de esconder la ingobernabilidad que, desde hace años, se presenta en Jalisco y el país. 

Horas después de que Guerreros Buscadores de Jalisco difundiera las imágenes del sitio, se publicó un escueto comunicado de la Fiscalía del Estado, donde informó que revisaría la “exhaustividad” con la que se realizó el operativo anterior en ese mismo lugar, en el cual nadie se percató de la presencia de restos humanos y pertenencias de las víctimas. 

La Fiscalía se comprometió a realizar un “procesamiento exhaustivo, profesional e integral del inmueble”, pero ¿cómo confiar en una institución que, con el mismo personal, y la misma “exhaustividad”, atenderá el caso?

Además, cuando el gobernador Pablo Lemus Navarro declaró que buscaría que la Fiscalía General de la República atrajera la investigación (un asunto que finalmente sucedió), remarcó que el operativo inicial en el mismo rancho de inhumación Teuchitlán se hizo durante la anterior administración, sin mencionar el nombre de Enrique Alfaro, y evadiendo la realidad de que, con la misma estructura de gobierno, no existirá investigación que llegue al fondo del asunto.

Mientras, el fiscal general de la república, Alejandro Gertz Manero, dijo que antes de atraer el caso debía analizarse las responsabilidades de cada nivel de gobierno, pero expuso las irregularidades del operativo de resguardo inicial por parte de la Fiscalía Estatal.

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La banalización de la tragedia en cuestiones burocráticas y administrativas, y el nivel de cinismo para evitar reconocer la ingobernabilidad, son claros. Un ejemplo fue la visita al rancho del jueves 20 de marzo en el que colectivos de familiares de desaparecidos y medios de comunicación fueron citados sin una atención digna de parte de las autoridades. 

Este tipo de respuestas desde el gobierno a las víctimas de problemas sociales tan graves como la violencia son típicos de gobiernos totalitarios y autoritarios que ven a la ciudadanía como el problema que impide la gobernabilidad. Su estructura de gestión de crisis sociales tiene su origen en una élite política que decide cómo afrontarla, sin importarle su efecto positivo hacia la ciudadanía, y sólo busca que se banalicen los asuntos y se pierdan en el olvido. 

Perciben a la sociedad como algo que ha de ser gobernado y administrado por su incompetencia, ignorancia e incapacidad de autorregulación, autodesarrollo y autogobierno, como refiere el filósofo Luis F. Aguilar Villanueva. En este proceso cooptaron todos los espacios de poder y de decisión, sin asumir la responsabilidad que implicaba. Se adueñaron del poder e ignoran la responsabilidad que conlleva. 

La gobernabilidad, explica Aguilar Villanueva, consiste en el poder o la capacidad para gobernar, y claramente las administraciones actuales carecen de ella. A tal punto que, de no haber sido por la existencia de colectivos y asociaciones de familiares de víctimas de desaparición, como Guerreros Buscadores de Jalisco, los dueños del gobierno jamás hubieran actuado para, por lo menos, registrar el caso. 

La ingobernabilidad sigue presente porque las acciones de gestión fracasan. En el caso de la violencia relacionada al crimen organizado se formulan políticas y acciones con el fin de que fracasen.

La banalización se ha convertido en la herramienta más eficaz de las élites para enquistarse en el poder, aunque eso implique ignorar las atrocidades más graves en que puede incurrir la humanidad.

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Saúl Justino Prieto Mendoza

Me especializo en el mundo del UX Design y medios de comunicación digitales. Me encanta innovar y reinventar las formas de transmisión y de conexión con usuarios y la audiencia. Soy doctorante en Gestión de Paz y Prevención de Violencias por la Universidad de Guadalajara, lo cual me ha pemitido observar el fondo de problemas sociales vigentes.

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