El “probable” fin de Blur
El ejemplo de la banda Blur nos recuerda que el cambio de los artistas incide en la calidad de sus espectáculos
“Este es probablemente nuestro último concierto” dijo Damon Albarn, vocalista de Blur, al concluir su setlist en Coachella 2024. El par de conciertos que dieron en el festival fue una revelación del delgado hilo que conecta a los músicos con su público en un concierto y el fin de una generación artística clave.
Durante en el primer fin de semana de Coachella se popularizó el fragmento de video de Blur tocando “Girls and Boys” y recibiendo una nula respuesta de los espectadores, lo cual mostró un notorio desencanto en Damon quien dijo: “Nunca nos verán otra vez, deberían estar cantando”; para el segundo fin de semana, Damon no paró de expresar que amaba Coachella pero concluyó con la cita mencionada al inicio.
Presencié el concierto de Blur en el Corona Capital 2023 y la transmisión de sus dos conciertos de Coachella y confirmé la falta de compenetración entre los integrantes, equivocaciones de todos al tocar, notoria falta de ensayo de su setlist y un Damon tratando de interactuar fallidamente con la gente y cantando, o platicando, los versos a destiempo. En pocas palabras, dando un show mediocre.
Pero es necesario aceptar que las expectativas que teníamos de Blur son imposibles de cumplir: el Blur que tenemos en nuestra cabeza o los recuerdos que tenemos de sus años de juventud ya no existen.
Además, el Blur más recordado en la época del lanzamiento de “Girls and boys”, por ejemplo, data de hace 30 años, cuando Damon tenía 26 años, a diferencia de los 56 cumplidos de ahora. Las bandas que explotaron en la década de los 90, ahora son oldies y clásicas, dejaron de ser vanguardia. Precisamente, “Girls and boys” se lanzó en 1994 y, por ejemplo, “She loves you” de The Beatles ese mismo año cumplió 30 años de haberse lanzado.
Si bien Blur ha continuado relacionando sus recientes giras a lanzamientos de álbumes de alta categoría y calidad, sus últimos conciertos dejaron mucho que desear, a diferencia de su performance con bandas como Gorillaz, en el caso de Damon, o de Graham Coxon con The WAEVE en donde muestran una mayor emoción de compartir sus canciones en vivo.
La necesidad de hacer conciertos también ha hecho más frecuente que los artistas se enfrenten al escrutinio de su público. Para quienes nacimos en los 90, la generación de nuestros padres y de nuestros abuelos tuvieron posibilidad mínima de presenciar conciertos en vivo y menos de artistas extranjeros. Nuestra generación también cuenta con mayor poder adquisitivo y es presa de un capitalismo de la nostalgia que trata de vender todo recuerdo de felicidad de antaño.
Esta serie de reflexiones me llevó a concluir que la oportunidad de vivir una experiencia inolvidable en un concierto es tan fugaz e irrepetible que le da un toque único a la música, y a las artes escénicas, frente a otras expresiones.
La música en vivo es un arte tan ingrato que, a diferencia de la pintura o la escultura, es inherente al tiempo, avanzan juntos, con la diferencia de que los artistas envejecen y cambian; sin embargo, en ocasiones la expectativa de la audiencia es revivir las canciones y los momentos que pasaron cuando escucharon por primera vez o vieron un performance en vivo.
Si un pintor como José Clemente Orozco viviera e hiciera presentaciones en vivo para verlo ejecutar de nuevo a “El Hombre en Llamas” una y otra vez, seguramente fuéramos testigos del deterioro en las habilidades del pintor y nuestras expectativas de revivir la misma obra que fue realizada en una ocasión jamás serían cumplidas.
Por ello valoro todos esos momentos en que se ha dado una conexión fugaz entre el artista, el público y, cada uno en su individualidad, convierten ese recuerdo en una memoria inolvidable.