La “paz narca” y cómo podemos dejarla atrás en México
Saúl Justino Prieto analiza este concepto y aborda las estrategias que podrían seguirse para construir una verdadera paz social en el país
Tras el reciente homicidio del alcalde de Chilpancingo, Alejandro Arcos, escuché a un analista hablar sobre la “paz narca” que, más allá del abuso en el uso del prefijo o sufijo “narco”, me resultó un concepto pertinente para explicar la situación de violencia e inseguridad que se vive en México.
Los grupos dedicados al narcotráfico han expandido sus actividades de manera organizada a otros ilícitos hasta monopolizar la mayoría de los delitos de alto impacto.
El Instituto Nacional de Estadística y Geografía define los delitos de alto impacto como los que más lastiman a las personas y contribuyen a una percepción de inseguridad y vulnerabilidad en la ciudadanía generando temor y cambios de comportamiento. Los principales son: homicidio, secuestro y robo, aunque organizaciones como el Consejo Ciudadano Mx, agrega otros como lesiones, feminicidio, violación y extorsión. De hecho, entre los delitos con más incidencia están el robo y la extorsión.
Solamente acotando el análisis a los homicidios, el Estudio Mundial sobre el Homicidio 2023 de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito señala que el 50% de los casos sucedidos en América Latina son atribuibles al crimen organizado, cuando el promedio mundial es el 22%. La tasa de homicidios por cada 100 mil habitantes en el mundo es de 5.8, en América Latina 15 y en México la tasa llegó en 2023 a 24 por cada 100 mil habitantes.
En el caso particular del alcalde Alejandro Arcos, y su secretario general Francisco Tapia quien también fue asesinado días antes, trascendió que su homicidio se dio después de una reunión con grupos criminales que operan en el municipio. El secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch, confirmó la versión de que el alcalde acudió a una reunión sin protección ni elementos de seguridad que lo acompañaran, aunque no informó la razón.
Partiendo de que sea real la supuesta reunión, es notorio el poder que tiene el crimen organizado para desatar la violencia o imponer la paz, una “paz narca”, según los acuerdos de impunidad y protección que puedan cristalizar con instituciones de gobierno.
El investigador del CIESAS, Carlos Flores, ha analizado durante años la relación del crimen organizado y el gobierno, que el académico define como red de poder hegemónica, misma que se caracteriza por contradicciones normativas que fluctúan entre lo legal y lo ilegal. Para la realidad mexicana es más coherente concebir al Estado como una entidad que funciona para los intereses legales e ilegales que les permite mantener el poder, y no como un gobierno positivo y ético que sufre por las disfuncionalidades de la sociedad.
Flores, en su libro “Negocios de Sombras”, explica que la red de poder hegemónica se afianza a través de actividades que definen el sentido de las instituciones normativas y funcionales del Estado, gestionan los mecanismos y canales preferentes de acumulación económica en función de sus intereses específicos, y cuentan con la capacidad de movilizar los recursos necesarios para respaldar los dos aspectos anteriores a partir del uso sistemático de la violencia organizada.
Además de la situación en Chilpancingo, existen ejemplos a nivel local como la infiltración del crimen organizado en la Fiscalía Estatal de Jalisco que el propio gobernador Enrique Alfaro reconoció en entrevista el 7 de junio de 2020 (minuto 17:40) tras las detenciones y desaparición forzada de jóvenes manifestantes.
En este caso se pueden encontrar muestras fehacientes de los estipulados del investigador Carlos Flores: los elementos de la Fiscalía Estatal (sin uniforme) secuestraron a jóvenes “en defensa” del orden público cuando realmente hicieron un uso sistemático de la violencia para afianzar la red hegemónica de poder integrada por el aparato de gobierno y grupos del crimen organizado.
Es decir, los grupos criminales instauran la paz, “su paz”, solo cuando se les afrenta, ya sea directamente o hacia las instituciones normativas del Estado que tengan cooptado, o usan la violencia para hacerse del poder. Con este panorama parece imposible conseguir una paz social, pero no es así.
Las paces asequibles en México
Gerardo Pérez Viramontes, investigador del ITESO, profundiza en el concepto de paz resignificándolo como un valor y reenfocándolo más allá de la ausencia de violencia. Indica que construir un entorno pacífico requiere el desarrollo del cuidado entre los seres humanos dentro del plano doméstico o social, y desde el punto de vista de las instituciones crear políticas de justicia y trasformación estructural y cultural.
Sin embargo, un panorama así, siempre será imperfecto, como lo indica el académico de la Universidad de Granada, Francisco Muñoz, quien, previo a fallecer en 2014, amplió el concepto de paz imperfecta como una alternativa más real de la paz única, absoluta e impuesta, como se concebía en épocas de guerras mundiales, cuando predominaba la paz de los vencedores, impuesta como absoluta. El sentido de la imperfección se refiere al dinamismo del proceso complejo y conflictivo.
Ambos investigadores aportan una serie de elementos para construir una paz, por lo menos imperfecta, en México, y dejar atrás la “paz narca”:
- Voluntad. Más allá de la actitud, se requiere acción y decisión colectiva y consciente de que todas las personas dependemos de todas.
- Proyectos. Procesos y planes que protejan los derechos humanos, la democracia, el desarrollo sostenible y el desarme. Un proceso que Pérez menciona, y que destaco, es el de abrir posibilidades para pensar de otras maneras a las establecidas socialmente y asumir los riesgos, es decir salirse de los parámetros establecidos por los que detentan e imponen el poder.
- Instrumentos. Medios y recursos como normas, intercambios, fiestas, convenciones, acciones, afectos, tradiciones, instituciones o lenguajes para convivir en armonía.
Estos elementos trascienden y transgreden cualquier reparto de responsabilidad de las instituciones de gobierno y también hacen una inclusión de la sociedad en el proceso de cambiar la «paz narca»a una paz social.