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Muéstrame tu algoritmo de redes sociales y sabré quién eres

¿Es casualidad que las redes sociales te muestren solamente temáticas relacionadas a gustos o intereses personales?

Por: @tinosaul

Como nunca, la información personal cobra relevancia en términos mercantiles y de seguridad, sobre todo con la importancia de las redes sociales en nuestra vida cotidiana, al nivel que pueden saber más de nosotros que nuestra familia o mejores amigos.

Por ello, el algoritmo que controla lo que vemos, nos gusta o disgusta en las redes sociales es tan preciado para las empresas que controlan la red social, más que para sus usuarios.

El algoritmo es un método técnico que clasifica las publicaciones en función de su relevancia y no del contenido en sí, con el fin de priorizar lo que un usuario ve basado en la probabilidad de que se interesen realmente.

Con fundamento a esto, se ofrecen dos tipos de contenidos: uno con fines de generar ganancias y otro para generar valor a la red social por lo que «potencian» o «amplifican» las publicaciones que concuerdan con sus motivos de lucro, tal como indica el investigador Leo Phillips, de la Universidad de la Western Michigan University.

En orden de cantidad de usuarios, las redes sociales más utilizadas en México son: Facebook, Instagram, TikTok, X o Twitter, además de la especializada en mensajería WhatsApp, mismas que desde que instalamos en nuestro teléfono condicionan su uso a acceder a datos como nuestra ubicación, llamadas, micrófono e información de otras aplicaciones como nuestras búsquedas en Google, y más.

La información es utilizada, principalmente, para personalizar la publicidad y el contenido orgánico que ofrece la aplicación; sin embargo, no significa que esto evite ver contenido no deseado.

Por ejemplo, TikTok determina los contenidos a mostrar de acuerdo con las interacciones de sus usuarios como likes, comentarios, perfiles seguidos, menciones y etiquetas buscadas. Particularmente, la publicidad se basa en la información y el contexto de nuestro perfil como el país, el idioma, la edad e intereses. Tal como lo indica su aviso de privacidad, no se aclara si es un interés afín al gusto de los usuarios, ya que nuestro interés también puede fijarse en algo que no nos guste o que odiemos.

El ejemplo más indicado para ilustrarlo es la política. Podemos preferir los contenidos relacionados a nuestra ideología, pero también estamos al pendiente de las acciones de los contrincantes. De esta manera, a pesar de que no lo indiques en tu información de perfil, la red social puede inferir tu género, intereses o disgustos según tus interacciones y hasta con el tiempo que permaneces viendo una publicación, aunque no interactúes con ella.

Esta información se comparte con distintas organizaciones y empresas que, a su vez, también comparten de regreso información del comportamiento de sus usuarios. Es decir, entre aplicaciones se comparten información de una manera indiscriminada, con el consentimiento que otorgamos al crear un perfil.

Otra de las contraprestaciones que las redes sociales otorgan, además del contenido “gratuito”, es la monetización para los creadores de contenido que, tras ganarse ese derecho, ceden sus datos financieros y haciendo registros minuciosos, pueden ganar dinero haciendo virales sus contenidos.

Así se cierra un círculo mercantil: el generador de contenido y la red social busca mantener a los usuarios pegados a la pantalla de la computadora o smartphone, porque eso significa dinero para los creadores de contenido concedidos por la red social e información y datos que la propia red social puede vender a otras empresas, o que utiliza para segmentar al público y bombardearlos con publicidad pagada.

El negocio de la adicción

El negocio es redondo. La red social es un intermediario entre una persona que genera un estímulo hipnótico a otra persona que lo busca y necesita, mientras la red social utiliza los datos de ambos para mercantilizarlos.

Este estímulo puede traducirse como aceleración de dopamina: una molécula que se encarga de llevar un mensaje desde las neuronas hacia otras células, es decir, es la encargada de traducir un estímulo en una sensación de placer o felicidad.

Un estudio de la Western Michigan University expone que las redes sociales recurren a la dopamina para mantener a sus usuarios. El flujo constante de «me gusta» o share’s provoca los mismos estímulos que sustancias adictivas.

Una parte, por lo menos cuestionable, es que los límites o reglas para conseguir estímulos son difusos y volubles dependiendo el interés de quienes controlan la red social. Por lo tanto, una publicación de odio o información falsa puede generar una atención e interacción exacerbada y no ser prohibida o borrada ya que obtiene beneficio el creador de esa publicación viral y la red social.

Uno de los ejemplos más claros del riesgo de ceder datos a través de una red social fue el caso de Cambridge Analytica que, a través de una encuesta psicológica difundida en Facebook, pudo acceder a datos personales de millones de personas utilizados para configurar campañas pagadas y propaganda hiper dirigida en beneficio del entonces candidato a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump.

Simplemente el hecho de saber y conocer las intenciones que están detrás de los contenidos que un algoritmo ofrece en las redes sociales, especialmente los informativos o noticiosos, representa una oportunidad para reflexionar sobre su veracidad, honestidad y transparencia; ya que el fin mercantil puede provocar que el creador de contenido busque ser viral para generar dinero bajo las reglas de la red social, pero no bajo las reglas de la ética, moral y mucho menos la verdad.

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Saúl Justino Prieto Mendoza

Me especializo en el mundo del UX Design y medios de comunicación digitales. Me encanta innovar y reinventar las formas de transmisión y de conexión con usuarios y la audiencia. Soy doctorante en Gestión de Paz y Prevención de Violencias por la Universidad de Guadalajara, lo cual me ha pemitido observar el fondo de problemas sociales vigentes.

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