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¿Dudas por quién votar? Considera el voto dividido

Saúl Justino Prieto analiza sobre la opción de votar por diferentes partidos en las urnas para que los gobiernos ganadores tengan contrapesos

Los políticos que llaman al voto son los principales promotores del abstencionismo de manera involuntaria debido a sus declaraciones, acciones, carrera y hasta la personalidad que transmiten en las campañas.

A pesar de esto, la importancia de acudir a votar no solamente representa la oportunidad de elegir a la persona más apta para administrar el poder, sino que también sirve para convertir a los perdedores, eventualmente, en una oposición fuerte y legítima que represente un contrapeso sólido.

Una manera de lograrlo es con el voto dividido: seleccionar de manera racional distintas coaliciones o partidos en las boletas de alcaldías, diputaciones y senadurías, gubernatura y presidencia.

¿Qué tan representativo es el voto dividido? Una encuesta de El Financiero (https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/alejandro-moreno/2021/06/17/voto-dividido/) realizada en 2021 mostró que el voto dividido representó el 28% del total, el resto se volcó por el voto unitario. Especialmente Jalisco es un ejemplo pertinente.

Datos del Instituto de Información Estadística y Geográfica (Voto diferenciado en Jalisco) indican que más de 300 mil personas votaron por Movimiento Ciudadano (MC) para gobernar Jalisco en las elecciones de 2018, pero para la presidencia, MC recibió solo 50 mil votos. En cambio, Morena recibió 170 mil para la gubernatura, y para la presidencia tuvieron 275 mil sufragios. Más de la mitad de los votantes cambiaron de preferencia al elegir otro puesto de elección.

Una de las explicaciones es que los votantes no eligen partidos sino a las personas o personajes. Un dato cruzado que puede confirmar la hipótesis es que el PRI fue el único partido que recibió voto unificado, posiblemente porque es la organización política con más años de historia y tiene amplio voto duro o de la militancia.

Jalisco tuvo tres sexenios donde el PAN gobernó con relativa estabilidad, pero con pésimos resultados finales. Combinado con otros factores, la Entidad se ha caracterizado los últimos 12 años por un voto diferenciado, ya que llegó a contar con un gobernador (Aristóteles Sandoval) y presidente (Enrique Peña Nieto) del mismo partido, pero con alcaldes metropolitanos de otro partido y sin mayorías marcadas en el Congreso local.

Además, coincidió con una transición en la cual emergió Movimiento Ciudadano y el Alfarismo como la corriente política con más poder y legitimidad.

Al ganar la alcaldía de Tlajomulco, Enrique Alfaro posicionó al municipio con una gran atención mediática, pero al carecer de apoyo desde el Congreso local y federal, que en gran parte deciden y definen presupuestos y acceso a programas de gobierno, optó por endeudar al municipio para realizar obras públicas.

Al arribar a la alcaldía de Guadalajara, Alfaro aún no contaba con apoyo total desde el Congreso ni el Gobierno estatal, pero con un presupuesto mayor promovió y ejecutó políticas como renovación de espacios públicos (que eventualmente revelaría intereses inmobiliarios alrededor de esos espacios) y se consolidó como la oposición con más respaldo ante el resquebrajamiento del gobierno estatal priista.

Precisamente, Enrique Alfaro y Aristóteles Sandoval son muestra de que el poder absoluto tiene múltiples vicios. Al coincidir un gobierno estatal y federal priista de 2012 a 2018 se pudo concretar una obra necesaria desde hace lustros en el Área Metropolitana de Guadalajara (AMG): la Línea 3 del Tren Ligero.

Sin embargo, fue un proyecto poco o nada socializado, una fase de construcción eterna y un sobreprecio que se fue incrementando año con año. Además, en los últimos tres años de su construcción, los gobiernos metropolitanos de MC descuidaron la responsabilidad de mantener los espacios aledaños al proyecto, revelando una falta de comunicación y coordinación con un gobierno priista y demostrando la inconformidad en ellos.

Por su parte, Alfaro al frente del Gobierno del Estado ha tenido mayoría en el Congreso local y alcaldías metropolitanas gobernadas por MC. Pero los resultados son, por lo menos, cuestionables. Aprovechó la mayoría legislativa para endeudar las arcas públicas con uno los créditos más cuantiosos de las últimas décadas invertido en proyectos y empresas cercanas a su grupo político. También monopolizó la elección de quienes dirigen el Poder Judicial y organismos descentralizados con personas cercanas. Además, se ha empecinado en negar crisis sociales como las de seguridad y desapariciones, entre muchas otras. La concentración del poder también ha provocado que no exista ningún personaje o grupo de oposición fuerte.

Alfaro ha forjado su carrera principalmente en su carisma, la cual se esfumó y ahora es un repelente electoral, tanto que Pablo Lemus, candidato de MC para sucederlo, se ha desmarcado discursiva y operativamente del alfarismo y trata de construir su propio carisma o capital político.

El concepto de carisma político puede banalizarse al punto de entenderlo como “da risa o no da risa” o “cae bien o cae mal”. La antropóloga Blanca Deusdad, lo define como “objetos e individuos a los cuales se reviste de un aura excelsa, casi divina cuyas características y acciones son interpretadas como excepcionales e incluso extraordinarias por el colectivo que las secunda y que las reconoce como propias (…) Los medios de comunicación ayudan a configurar un aura carismática y a difundir el mensaje y la imagen del líder”. Otro ejemplo es López Obrador.

Durante años se dedicó a construir una imagen de opositor al régimen, lejano de las élites de poder político, fáctico y económico que durante los gobiernos panistas y priistas dejaron graves crisis sociales. A nivel nacional tampoco existe ninguna otra persona que equipare ese carisma, por ello sigue siendo redituable para López Obrador y el resto de candidatos a puestos de elección que se han “echado a la hamaca” y basan su campaña en la continuidad del proyecto del Presidente, como lo hace Claudia Sheinbaum, y en mayor medida a nivel local Claudia Delgadillo, Pedro Kumamoto o José María Martínez.

El sistema político presidencial o cargado en el Poder Ejecutivo eleva la importancia de quienes ganen las alcaldías, gubernaturas o la presidencia, pero también evita el centralismo. En teoría, se busca que todos los puestos de elección popular cuenten con legitimidad y autonomía.

Para ilustrarlo, al inicio de su periodo presidencial, López Obrador tuvo mayoría legislativa, así logró concretar presupuesto para obras multimillonarias, apoyos sociales o para revertir reformas publicadas durante el sexenio de Peña Nieto, como la energética. Pero las elecciones intermedias de 2021 le hicieron perder algunos escaños a Morena, lo cual ayudó a evitar la aprobación de reformas que atentaban contra organismos autónomos como el INE o el INAI, que son contrapesos clave.

¿Cuál es el panorama electoral?

A diferencia del ámbito nacional, donde se percibe una fuerte unión de Morena y sus aliados para proteger los intereses de López Obrador y Sheinbaum, a nivel local el panorama está dividido. Un voto partidista en bloque en el Congreso local como ha sucedido con Alfaro parece poco probable en un eventual gobierno de Pablo Lemus, ya que el grupo de MC está dividido entre los alfaristas y quienes apoyan el movimiento surgido desde la Ciudad de México, liderado por el coordinador nacional Mario Delgado. Además, seguramente incrementarán la cantidad de diputados de Morena.

La ausencia de una mayoría en favor de la presidencia o del gobernador obliga a negociar y convencer a los demás grupos políticos en los congresos y cámaras con el propósito de obtener los votos que necesitan para aprobar iniciativas.

Esto no garantiza que los resultados de las negociaciones beneficien a los electores, pero incrementa las posibilidades de tener mejoras, por lo menos, en términos presupuestales para los gobiernos provenientes de todos los grupos políticos, y también evita la aprobación de reformas o cuestiones que dependan de la votación de los legisladores que están ligados al partido del poder Ejecutivo.

Este contexto sirve para valorar tres factores clave a la hora de diferenciar el voto: 1) El proyecto, capacidad de gobernar y apertura para negociar (especialmente de quienes buscan puestos ejecutivos), 2) El nivel de riesgo de exacerbar su carisma político en medidas autoritarias y 3) La preferencia política.

Es decir, si el personaje de preferencia no gana por mayoría la votación, el sufragio cuenta para los legisladores de representación proporcional. Si se vota por el partido Z, pero gana el Y, el voto es contado para la repartición de los escaños de representatividad para el partido Z, lo cual aporta al fortalecimiento del contrapeso contra el partido Y.

El voto dividido es una opción para consolidar contrapesos, tal como les sucedió a Enrique Alfaro o López Obrador, antes de ejercer el poder centralista que tienen ahora. Pero precisamente, en las siguientes elecciones, el voto dividido les puede quitar el poder centralizado que ahora tienen.

Saúl Justino Prieto Mendoza

Me especializo en el mundo del UX Design y medios de comunicación digitales. Me encanta innovar y reinventar las formas de transmisión y de conexión con usuarios y la audiencia. Soy doctorante en Gestión de Paz y Prevención de Violencias por la Universidad de Guadalajara, lo cual me ha pemitido observar el fondo de problemas sociales vigentes.

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